Hagamos como si ya fuéramos, para convencernos de que podremos ser…
Hagamos como si todo lo bueno ya nos abrazara para que nos alcance antes.
Hagamos como si ya fuéramos felices para que nuestras emociones nos convenzan
de ello. Creer cada día con firmeza y convicción que merecemos aquello que
deseamos, no es ningún acto de egoísmo, de hecho, es el primer paso hacia el
crecimiento personal.
Pensemos en ello durante un momento: si nosotros mismos no nos
convencemos de que podemos y debemos salir de una depresión, de una relación
infeliz o de un trabajo que vulnera nuestros derechos, nadie más lo
hará. El auténtico héroe que te ha permitido salir en múltiples ocasiones
de esos agujeros negros vitales en los que te has visto inmerso, has sido tú, y
el modo en que lo has logrado es sin duda mediante una voluntad de hierro y un
pensamiento que tenía claro su objetivo.
En la actualidad, es muy común ver trabajos, libros e interesantes
publicaciones donde nos alientan a que nos convirtamos en el CEO (siglas
inglesas de Chief Executive Officer o director ejecutivo en español) de
nuestro propio cerebro. Lo que se intenta ante todo es poner sobre la mesa la
necesidad de que todos nosotros logremos comprender cómo funciona el cerebro
para tener más control sobre sus procesos.
De hecho, si hay algo que todos sabemos desde hace mucho, es que el
ser humano es una compleja entidad guiada y dominada por las emociones. Son
ellas quienes nos embisten, nos guían, nos emborrachan a base de dopamina,
serotonina y oxitocina y ellas las que nos sumen en ocasiones, en ese naufragio
químico que nos ahoga en estados permanentes de tristeza e indefensión.
Ahora bien, en ocasiones, también es muy necesario alzarnos como el CEO
de nuestro cerebro para tomar el control y guiarnos hacia el cambio: hacia el
bienestar.
El “secuestro emocional” nos
impide crecer
Superar el sesgo de negatividad de nuestro cerebro para fomentar una
neuroplasticidad positiva no es nada fácil. No lo es en primer lugar porque
muchos de nosotros tenemos como “director ejecutivo” en nuestro cerebro, a un
adicto a practicar la autocrítica y a incidir una y otra vez en las mismas
ideas y actitudes limitantes como un pequeño hámster dando vueltas a su rueda
de juegos.
Muchos expertos del comportamiento humano llaman a esta práctica tan
común “la lógica del niño”. Es decir, son momentos en que, sencillamente, nos
dejamos secuestrar por nuestras emociones negativas hasta llegar a un extremo
de inmadurez absoluta. Para comprenderlo mejor, reflexionemos en un sencillo
ejemplo: en el trabajo hemos cometido un error, ese fallo ha supuesto a su
vez, que otros sufrieran la consecuencia de ese descuido.
Nuestra mente no deja de repetirnos una y otra vez aquello de “soy
idiota, no valgo para esto”. A su vez, el cerebro intensifica aún más este
estado recordándote errores pasados e incluso todas las veces que en casa
te decían “lo torpe” que eras.
Tus emociones te han arrinconado en esa rueda de hámster donde
intensificar la sensación negativa hasta bloquearte, hasta sumirte en un estado
de completa indefensión. En lugar de decirte a ti mismo “he cometido un
error, voy a aprender de él y mañana lo haré mejor”, has optado
directamente por colocarte un adjetivo calificativo “soy idiota”.
Este tipo de sesgos de negatividad que tanto nos caracterizan en diversos
momentos de nuestra vida, están guiados por unos procesos muy
concretos. Son nuestros estados de ánimo quienes asumen todo el
control.
Ahora bien, para convertirnos en un
auténtico CEO de nuestro cerebro hay que agarrar las riendas de esos
procesos mentales como si fuéramos los auténticos líderes y no un subalterno
que se deja avasallar.
Comentarios